Es la lengua natural de las personas sordas. Es una lengua de carácter visual, gestual y espacial con gramática propia que reúne todas las características y cumple las mismas funciones que cualquier otra lengua, que permiten expresar sentimientos, opiniones, transmitir conocimiento e incluso declamar poesía.
La lengua de signos facilita el desarrollo lingüístico, cognitivo, social, afectivo-emocional de la persona sorda además de favorecer su participación plena en los distintos ámbitos de la sociedad consiguiendo así su verdadera inclusión social.
Como curiosidades podemos decir que el abecedario manual llamado alfabeto dactilológico no es una lengua en sí misma, sino que es un recurso lingüístico o de comunicación más de la Lengua de Signos.
La lengua de signos no es mímica o pantomima, si así lo fuera, las personas que no conocen esta lengua comprenderían sin mayor problema a las personas sordas en sus intercambios comunicativos.
Además la lengua de signos no es universal, este es un mito muy extendido.
No hay una única lengua de signos en el mundo, igual que sucede con las lenguas orales, cada país tiene una o varias lenguas de signos que han evolucionado en el seno de sus comunidades lingüísticas, con independencia de las lenguas orales. En España, existe la lengua de signos española (LSE) y la lengua de signos catalana (LSC).
El 14 de junio, declarado día nacional de las lenguas de signos españolas El reconocimiento de las lenguas de signos española y catalana y su conmemoración tienen como objetivo compartir y promover su difusión y normalizar su uso.
El Consejo de Ministros, a propuesta de la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y del ministro de Educación, Cultura y Deporte, ha acordado fijar la fecha del 14 de junio como Día Nacional de las Lenguas de Signos Españolas.
Las personas sordas son aquellas con una pérdida auditiva y que en su vida
cotidiana encuentran barreras de comunicación (un entorno limitante) que a
menudo le dificultan o impiden desarrollar sus capacidades y participar en la
sociedad en igualdad de condiciones.
En España hay un total de 1.064.000 personas sordas y con algún tipo de
discapacidad auditiva (es decir, un 2,3% de la población total) según los datos
recogidos por la encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) en su
estudio “EDAD 2008”.
La sordera ha sido tradicionalmente analizada tan sólo desde un punto de
vista patológico, considerando la enfermedad como único aspecto
predominante que determinaba lo que es y necesita una persona sorda. Pero
ceñirse a una particularidad sensorial es obviar una realidad, y ha provocado y
provoca la marginación social, cultural y laboral de las personas sordas.
La Federación Mundial de Personas Sordas (WFD) que eligió esta fecha para
conmemorar el primer Congreso Mundial de la WFD que tuvo lugar en
septiembre de 1951.
Las Comunidades Sordas del Mundo organizan la semana Internacional de las
Personas Sordas y también se celebra el último sábado del mes de
Septiembre.
El colectivo de Personas Sordas es muy diverso. En esta variedad influyen
factores relacionados tanto con el tipo de sordera (momento de aparición, lugar
de la lesión, grado pérdida auditiva), con las formas de comunicación utilizadas,
con diversas características individuales (edades, etc.) como con el contexto
familiar, educativo y social.
En España, las personas sordas se comunican de diferentes formas. Para
algunas la lengua de signos española o la catalana es su primera lengua
mientras que para otras lo es la lengua oral, también hay quienes son usuarias
de audífonos o implantes cocleares y entre ellas, hay quienes usan la lengua
de signos y quienes no; además, dentro de ese grupo, encontraremos
personas que consideran que las ayudas técnicas a la audición son suficientes
para participar en el mundo que les rodea mientras que para otras, aun siendo
necesarias, son insuficientes.
Al igual que en el resto de la población, entre las personas sordas
encontraremos niñas y niños, jóvenes, mayores, personas sordas con otra(s)
discapacidad(es), Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB),
inmigrantes, etc. Todas y cada una de ellas con sus necesidades y demandas
concretas.
Es importante saber que, aún tratándose de un colectivo heterogéneo, todas
las personas sordas, cualquiera que sea su tipo o grado de sordera, situación
individual e independientemente de que sean o no usuarias de las lenguas de
signos, comparten la necesidad de acceder a la comunicación e información
del entorno sin barreras de ningún tipo.
Las personas sordas NO son sordomudas. Sordomudo es un término
peyorativo y, como tal, incorrecto que resulta molesto. Y es que
tradicionalmente se pensaba que una persona sorda “aparentemente” era
incapaz de comunicarse con los demás. No es así ya que pueden comunicarse
a través de la lengua de signos y también de la lengua oral (en su modalidad
escrita, hablada y cada cual en función de sus habilidades).
La lectura labial es una habilidad. Se puede aprender pero no todas las
personas sordas pueden leer los labios de la misma manera ni todos los
contextos son propicios para ello. Es un mito extendido considerar que todas
las personas sordas pueden comunicarse perfectamente gracias a unas dotes
increíbles para la lectura labial. No es cierto. La lengua oral está concebida
para percibirse por el oído y no por la vista. Hay muchas situaciones que
impiden o dificultan hacer una buena lectura labial, como la falta de luz, la mala
vocalización, posturas y posiciones de quien nos habla, la velocidad, el mayor o
menor conocimiento de la lengua oral, etc. Por otro lado, una persona sorda no
tiene porqué oír o entender lo que se le dice por mucho que se chille.
Con respecto al uso de los términos personas sordas o personas con
discapacidad auditiva, se suelen utilizar indistintamente tanto en la legislación
como a nivel social. No obstante, desde las entidades asociativas de la CNSE
se utiliza más a menudo “personas sordas” en consonancia con la terminología
acuñada por la Unión Europea de Personas Sordas (EUD) y Federación
Mundial de Personas Sordas (WFD).
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